9.3.09

NARCISO (2 de ?) // Marzo 09

Presentación Narciso (2 de ?).

Mejor, que vean a la poesía como enormes torres de metal al costado de la ruta, como luces que se alargan por la velocidad. Son cambios mínimos, respuestas repetidas hasta parecerles nuevas, es el virus del lenguaje que decía Burroughs, metiéndose ente nuestros tejidos y haciéndonos hablar con monosílabos. Son los montoncitos de tierra después de la lluvia.
...
NARCISO SOY YO

Poema 25. (Pablo Morel)

Mírate la espalda,
ni especies
ni entrañas
ni hojas
tiradas al tiempo

y los bancos
y las plazas
y los gestos atrasados de hoy.

Mírate la espalda,
es el germen de tu conciencia.

La gaviota. (Jorge Rivelli)

besar el mar
como un gesto
sublime
sagrado
sin pensar
en el titanic
alfonsina
hart crane
besar el mar
como rozar el sol
y caer ilesos
en los labios
de un misil

Álter ego (esquizofrenia). (Sergio Mattano)

¿Me permite cortarle el ojo?
Soy Buñuel, déjeme.
Puedo ser también la erótica bailarina de Notre Dame
o la golfa que le visita los soñares
cuando fiebre.
¿Me permite amarlo, succionar su sexo
hasta la estrella apagada de Verlaine?
Soy Aquiles, el huracán
la nafta tóxica…
soy un punto del infinito
que separa a Zenón y a ud.
Soy el punto luminoso.
Y el puñal
Y la flor
Deje que mi párpado bese la navaja
Soy Buñuel, casi desde unos días,
soy el espejo roto
y el puño
y la sangre
Somos.

LXXIV. (Yamila Greco)

el resplandor de la baba
como si fueran dientes
animal que enseña
a concluirme
y el degenerarse tácito
en su tragedia común
el calor de un gesto vivo
anclado a la enfermedad profunda
el espejo no es necesario
más que para acostumbrarme
la gula o la bondad
que me acumulan
en esta jaula
sepulcro de un día
agresivo hasta el instante
soy sólo
bajo un tacto abominable
qué lamer de la muerte
si el rescate es
nacerme de una garra
atorarme los labios
con la imagen descompuesta
de este parirme pretencioso
y el jamás lograr
por no querer
la decisión de arrancar estos ojos
crujir de los fantasmas
el lobo que imagino
atesorado
tras mis costillas latentes
confiarle esta infección
desvío de huesos
de intestinos cortos
o tijeras reparadas por la astucia
si me dejo morir
es arañada a un trastorno visible
amantes en fila
y arruinados
ahora si estupefacta
por esta consciencia
de las cosas qué?
ahogo infinito
si observan como vomita el cielo
por las venas de mi mano
en la perfección
de estos dedos
suficientes para levantar muertos
ustedes incapaces
de mi ceguera
pulso donde
forma y qué
dios y vidrios permanecen
brotes de intuición
que me asemejan
a la carne
ampollas soberanas
de esta luz imposible

Soy un hombre solo. (Dardo Dorronzoro)

Soy un hombre solo, un hombre de cualquier día,
de cualquier calle, de cualquier invierno;
un hombre que tiene su noche completa,
y a veces un mayo con perros y sombras en la mitad de la tarde.
Soy un hombre solo. Hay que verme aquí, solo,
entre puertas que se cierran al olvido
y midiendo a ojo la hondura del mundo
para ver si aún no ha crecido el hombre.
Soy un hombre solo, si, y me destruyo
alba por alba de ángeles y recuerdos
mientras compro monedas de luz para mi sangre
y el amor se me acerca todos los días para nacerme.
Soy un hombre solo, si, de adentro para afuera,
madurando mi espuma para ser de todos
con el único pedazo de horizonte que me dejan
con el último fuego de mi carne.

Asturias. (Gabriel Fara)

Su toque es urticante:
como unas ardillas electrocutadas
en las botamangas.
Su ritmo es iluminado
como si se trabara en las letras “F”
y es vapor hirviendo su sonido
en la voz del vidrio.

Inentendible. (Carlos Autieri)

Todo era un caos, el ruido de la gente del látigo y los animales y de los barcos arreando a las mujeres hacia el verano del sur. Era enero y el mundo se perdía en otro invierno y los agujeros de la camisa dejaban pasar el viento del que se despojaban los cielos.
Ella saludaba desde el barco agitando su pañuelo en alto como si yo no entendiera. Como si yo no supiera.

Pero era enero y todo era un caos, y el ruido de la gente y los barcos; y su figura se perdía en el horizonte, y su pañuelo blanco se confundía con los miles de pañuelos que se agitaban en su viaje hacia el sol del otro lado del mundo. Y encima era enero, y el frío cortaba la piel y ella saludaba desde el barco como si yo no entendiera. Como si yo no supiera.